viernes, 15 de noviembre de 2013

Sentido del olfato (De mierda, mierda y mierda)


Este otoño ha aterrizado de puntillas en Madrid. Cada mañana al despertar observo desde mi ventana cómo una luz limpia se va posando poco a poco sobre las fachadas. Contemplo, con esa dulce nostalgia tan propia de la estación, la amalgama de tonos verdes, ocres y anaranjados que exhiben las copas de los árboles en la acera, que me recuerdan a un lienzo impresionista. El tacto de las sábanas bajo mis manos al hacer la cama y el sabor del café me hacen sentir también la esencia del otoño. Decido regalarme una canción que acompañe con sus versos el sencillo e inusual ritual de vestirme sin prisas. Al abrir la ventana para ventilar mi habitación la magia se desvanece. El sentido del olfato me devuelve a la realidad con la misma sutileza que una patada en el estómago. 

Unos por otros y la casa sin barrer. Pasear por el centro de Madrid estos días ofrece la posibilidad de ver (y oler) las cosas como son. Una perfecta alegoría del contexto en el que sobrevivimos. Después volveré sobre esta idea. Efectivamente, hay algo que huele muy mal en todo esto. Tras casi dos semanas de huelga del personal de limpieza y el de parques y jardines de Madrid la mierda se acumula por todos lados, y nuestro sentido del olfato nos obliga a reflexionar. Las instituciones han optado por inhibirse durante una semana. Los responsables del Ayuntamiento de Madrid han preferido barrer para otro lado, y responsabilizar de la situación a un conflicto laboral “ajeno” entre los sindicatos y la patronal de las empresas adjudicatarias que gestionan estos servicios. Como si la reducción del presupuesto público destinado a la limpieza de calles y jardines no hubiera tenido nada que ver. Optar por un modelo de limpieza low cost para una ciudad con mas de tres millones de habitantes tiene sus inconvenientes. Algunos medios de comunicación, de acuerdo con la línea institucional, hablan de “huelga salvaje”, responsabilizan directamente a los trabajadores, y hacen referencia a piquetes que se dedican a ensuciar las calles, plazas y jardines, lo que ha obligado a que la policía tenga que escoltar a los operarios que integran los servicios mínimos, con el consecuente incremento del gasto para el erario público. La propuesta inicial de las empresas adjudicatarias conlleva el despido de 1134 trabajadores del servicio, con la eliminación de los servicios de fines de semana, y una reducción salarial de aproximadamente el 40% para aquellos que no se vean afectados por la reducción de plantilla. Por supuesto, la patronal del sector no hace sino barrer para casa, porque los beneficios son, y deben ser, intocables. Sea a costa de quién sea. Quiénes padecen las consecuencias tienen que ser, de acuerdo con estos planteamientos, los trabajadores del sector, que deben resignarse a las condiciones que les impongan. Y también los habitantes de Madrid, que llevamos padeciendo esta situación desde hace tiempo debido al progresivo deterioro de la ciudad, consecuencia entre otros motivos de las sucesivas reducciones de plantilla entre el personal de limpieza. Por supuesto, hay otras prioridades para quiénes se atribuyen la capacidad de decidir en que se emplean los fondos públicos. El Ayuntamiento de Madrid, finalmente, ha decidido dar un ultimátum, según el cual, de no llegarse a un acuerdo, echará mano de un holding público, inmerso también por cierto en un proceso de despido colectivo, para romper la huelga de limpieza. Hay incluso quién reclama que sean los militares quiénes se encarguen del “trabajo sucio”. Como podemos comprobar, algunos siguen empeñados en solucionar todos los problemas sacando los tanques a la calle.

Como escribía mas arriba, este escenario es una alegoría muy adecuada para entender el contexto actual. Dicen que el algodón no engaña. Y el sentido del olfato tampoco. Se acumula la mierda por todas partes, la basura nos impide caminar por las calles, las playas se llenan de chapapote, el humo tapa los amaneceres, y la ciudad huele a podrido. Es el inconfundible aroma del neoliberalismo. Por supuesto que este contexto es muy favorable para que algunas especies de parásitos y carroñeros, que se sienten como pez en el agua entre tanta porquería, campen a sus anchas en el ecosistema que les resulta mas adecuado. La gestión de residuos es algo que tenemos pendiente desde hace tiempo. Pero ¿existe cura para esta epidemia de resignación? Porque después de todo, que la mierda se acumule es responsabilidad de todos y de todas. Es la consecuencia de la sociedad de consumo en la que vivimos, el producto de sus valores, el fruto de nuestro abandono, la secuela de la única ley que rige este vertedero; la de la oferta y la demanda. En definitiva, el resultado de sumar mas y mas mierda es… pues eso. Igual a mierda. El producto interior bruto, la tasa de desempleo, la inflación, la crisis, la hipoteca, Bruselas y el Fondo Monetario Internacional, las armas químicas y las escuchas telefónicas, la Merkel y el Obama, la gaceta y la razón, el BBVA y el Santander, el Prestige, las preferentes, los expedientes de regulación, el euro por receta, el Eurovegas, el ministro Wert, el Tio Sam, la especulación, los valores bursátiles, los transgénicos y los fertilizantes, la privatización de la sanidad y la educación, los tribunales y la deuda pública, los rescates financieros, la industria farmacéutica, las pateras del Estrecho, guerras aquí y allá, ases del esférico y pelotas de goma, la porra y la tijera, revistas del corazón y tráfico de órganos, el Bárcenas y el Fabra, la infanta y el Urdangarín, el Messi y el Cristiano, los obispos y los talibanes, la SGAE y las JONS, el Rajoy y el Rubalcaba, la Botella y el Aznar, Hiroshima y Nagasaki, la Esperanza y la resignación… Sumo y sigo. Lo peor de todo es acostumbrarse a que la mierda nos rodee, penetre en nosotros y mantenga unida la galaxia. Y aceptarlo como el orden natural de las cosas. Cansados ya de ver mierda, de que todo huela a mierda, de escuchar mierda, de que la mierda nos salpique, de tener que tragar mas y mas mierda, de mirar al futuro y pintar nuestras perspectivas del denso e impenetrable color de la mierda… ¿No estamos ya hartos de tratar de “arreglar el mundo” y acabar siempre con la misma frase? Cuando pensamos que todo es en definitiva una puta mierda nos alivia desahogarnos con el simple hecho de llegar a esa conclusión. Es decir, de sacar fuera toda la mierda que llevamos dentro. Y al final será la mierda quién nos coma. No creo que la solución pase por rezar a Mr. Proper (ese que ahora llaman “Don Limpio”) Necesitamos curarnos en salud, respirar aire fresco, ventilar las neuronas, las expectativas, y redimir nuestro sentido del olfato. Y ya de paso nuestro sentido común. Quizás, después de todo, lleguemos a la conclusión definitiva. Que la mierda se va al tirar de la cadena.

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